👉La frecuencia de tareas o responsabilidades retrasadas puede ser una decisión inicial relacionada con el retraso y el apego a las emociones, ya que nuestras emociones pueden afectar nuestro tiempo de gestión, motivación y creación de decisiones.
💁Por ejemplo, si una tarea nos genera ansiedad o estrés, es posible que evitemos enfrentarla y en su lugar busquemos distracciones para aplazarla. Esta procrastinación puede ser resultado del miedo al fracaso, la falta de confianza en nuestras habilidades o simplemente la incomodidad emocional que surge al realizar ciertas tareas.
👦Además, ciertas emociones como la tristeza, la apatía o el aburrimiento también pueden llevarnos a procrastinar. En estos casos, podemos buscar actividades más placenteras o gratificantes para evitar enfrentar las tareas menos atractivas emocionalmente.
🙂Es importante tener en cuenta que la procrastinación puede convertirse en un hábito perjudicial, ya que nos aleja de alcanzar nuestras metas y aumenta nuestra carga de estrés a largo plazo.
😊Sin embargo, entender cómo nuestras emociones influyen en este comportamiento puede ayudarnos a desarrollar estrategias para gestionar mejor nuestro tiempo y motivación, superando la procrastinación.
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